Me ha gustado recibir en mi correo este pensamiento que como no viene firmado no puedo documentar. Dice tantas cosas que comparto, que me apetece compartirlo y que entre todos, reflexionando, abramos los ojos y el corazón a esta gran verdad.
Las personas se pasan la mayor parte de su vida sintiéndose ofendidas por lo que “alguien” les hizo pero ¡Nadie, nunca jamás, te ha ofendido!
Son tus expectativas de lo que esperabas de esas personas las que te hieren y las expectativas, tú mismo, las creas con tus pensamientos. No son reales. Son imaginarias.
Si tú esperabas que tus padres te dieran más amor, y no te lo dieron, no tienes porqué sentirte ofendido. Son tus expectativas de lo que “un padre ideal” debió hacer contigo y tus ideas las que te lastiman.
Si esperabas que tu pareja reaccionara de tal y cual forma y no lo hizo… Tu pareja no te ha hecho nada. Es la diferencia entra las atenciones que esperabas tuviera contigo y las que realmente tuvo, las que te hieren. Nuevamente, eso está en tu imaginación.
Cuando nacemos, somos auténticos, después, nuestra verdadera naturaleza es suprimida y sustituida artificialmente por conceptos que nuestros padres, la escuela, la sociedad y los medios nos enseñan; crean una novela falsa de cómo deberían ser las cosas en todos los aspectos de la vida y cómo “deben” de actuar los demás. Una novela que no tiene nada que ver con la realidad.
A los demás les pasa lo mismo. Las otras personas son criaturas de inventario. A lo largo de su vida, coleccionan experiencias: padres, amigos, parejas, etc. y las almacenan en su inventario interior.
Las experiencias negativas dejan una huella más profunda en nosotros que las positivas.
Cuando una persona es “maltratada” por alguien (por no haber dicho o hecho lo que se esperaba de ella), deja esa experiencia en su “inventario”. Cuando conoce a otro alguien, tiene miedo, trata de ver si la nueva persona repetirá las mismas actitudes que le hirieron, o sea se predispone. Entonces, saca una experiencia de su inventario negativo, se pone los lentes de esa experiencia y ve a las nuevas personas y experiencias de su vida con esos lentes. Obviamente, lo que teme lo provoca. ¿Resultado? Se duplican los mismos problemas y las mismas experiencias negativas. Y el inventario negativo sigue creciendo. En realidad lo que hace es que te estorba. No te deja ser feliz. Y a medida que se avanza en años, se es menos feliz. Y todo, porque el inventario negativo aumenta año con año.
Una de las mayores fuentes de ofensas es la de tratar de imponer el punto de vista de una persona a otra y guiar su vida. Cuando le dices lo que “debe hacer” y te dice “no”, creas resentimientos por partida doble. Primero, te sientes ofendido porque no hizo lo que querías. Segundo, la otra persona se ofende porque no la aceptaste como es. Y es un círculo vicioso.
Además, recuerda también que nadie te pertenece.
Cuando los colonos americanos querían comprarle sus tierras a los pieles rojas éstos les contestaron: “¿Comprar nuestras tierras? ¡Si no nos pertenecen! Ni el fulgor de las aguas, ni el aire, ni nuestros hermanos los búfalos a los cuales sólo cazamos para sobrevivir. Es una idea completamente desconocida para nosotros.”
Ni la naturaleza, ni tus padres, ni tus hermanos, ni tus hijos, tus amigos o parejas te pertenecen. Es como el fulgor de las aguas o el aire. No los puedes comprar. No los puedes separar. No son tuyos. Sólo los puedes disfrutar como parte de la naturaleza. El cauce de un río no lo puedes atrapar, sólo puedes meter las manos, sentir el correr de las aguas entre ellas, y dejarlo seguir.
Las personas son un río caudaloso, cualquier intento de atraparlas te va a lastimar. Ámalas, disfrútalas y déjalas ir.
Todas las personas tienen el derecho divino de guiar su vida como les plazca. Aprenderán de sus errores por sí mismos. Déjalos ser.
¿Cómo puedo perdonar?
1) Entiende que nadie te ha ofendido. Son tus ideas acerca de “cómo deberían actuar las personas las que te hieren”. Estas ideas son producto de una máscara social que has aprendido desde tu infancia de forma inconsciente. Reconoce que la mayoría de las personas NUNCA van a cuadrar con esas ideas que tienes porque son ideas falsas.
2) Deja a las personas ser. Deja que guíen su vida como mejor les plazca. Es su responsabilidad. Dales consejos SOLO SI TE LO SOLICITAN, pero permite que tomen sus decisiones. Es su derecho divino por nacimiento: el libre albedrío y la libertad.
3) Nadie te pertenece. Ni tus padres, amigos y parejas. Todos formamos parte del engranaje de la naturaleza. Deja fluir las cosas sin resistirte a ellas.
4) Deja de pensar demasiado. Ábrete a la posibilidad de nuevas experiencias. No utilices tu inventario. Abre los ojos y observa el fluir de la vida como es. Cuando limpias tu visión de lentes obscuros y te los quitas, el resultado es la limpieza de visión.
5) La perfección no existe. Ni el padre, amigo, pareja o hermano perfecto. Es un concepto creado por la mente humana que en ningún nivel intelectual puedes comprender, porque en la realidad NO EXISTE. Es un concepto imaginario.
Un bosque perfecto serían puros árboles, sol rico, no bichos… ¿Existe? No.
Para un pez el mar perfecto sería aquel donde no hay depredadores ¿Existe? No.
6) Desintoxícate del veneno del rencor y reconcíliate con la vida. La vida real es más hermosa y excitante que cualquier idea que tienes del mundo.
7) Imagina a esa persona que te ofendió en el pasado. Imagínate que ambos están cómodamente sentados, dile porqué te ofendió, escucha su explicación amorosa de porqué lo hizo y perdónala.
Si un ser querido ya no está en este mundo utiliza esta dinámica para decirle lo que quieres. Escucha su respuesta y dile adiós. Te dará una enorme paz.
A la luz del corto período de vida que tenemos sólo tenemos tiempo para vivir, disfrutar y ser felices. Nuestra compañera, la muerte, en cualquier momento y de forma imprevista puede tomarnos entre sus brazos. Es superfluo gastar el tiempo en pensar en las ofensas de otros. No puedes darte ese lujo.
Y como dirían los Beatles, ¡Let it be!…
Deja al mundo ser. Y déjate ser a ti también.
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Resulta un poco largo pero a mí me ha parecido muy necesaria hacer esta reflexión porque nos pasamos la vida esperando que nos entiendan, que no nos juzguen, que nos dejen ser como somos y al mismo tiempo desesperados porque no entendemos como nos tratan o que poco nos quieren. Quizás las expectativas no estaban acordes y eso nos hace estar mal. Dejemos de mirar tantocon "nuestra lupa", contar tanto y empecemos a caminar sin pedir ni esperar.
Sinceramente, la vida es un paseo del que hay que disfrutar.
Os dejo una de mis frases preferidas:
"Pase lo que pase... nunca pasa nada".
El texto lo he encontrado como anónimo.
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Beatriz Salas Escarpa