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lunes, 11 de octubre de 2010

MariluzGH - La cajita



La cajita 


Deseó no haber abierto la caja. El olor de ayer le vino a la nariz como si de hoy mismo se tratase. Ahí estaban, por capítulos minúsculos, todos sus años pasados.


- La cajita de lápices, más de doce de diferentes colores, con 1 cm de punta y 3 de tamaño total. Las plumillas y bolitas de goma de borrar, regastadas de corregir errores.


- La colección de cromos, algunos aún con brillitos pegados, descoloridos -los más- de tanto tocarlos y jugar con ellos. Miró su mano que -de forma instintiva- le habia ahuecado, juntando los dedos, preparada para el golpe ganador y voltear con el aire los preciados cromos. Abrió la mano y dejó escapar una sonrisa.


- Los recordatorios de la Primera Comunión de sus hermanos, de sí misma y de algunos nombres que, con el paso de los años, habían perdido la cara de sus dueños, incluso memoria de sus existencias.


- El ojo de cristal de su querido peluche, huérfano y fuera de su órbita, pero tan brillante y meloso como cuando era una pieza completa... ¿acaso ese brillo era una lágrima de alegría al volver a ver su cara? Le dio un beso y lo depositó con cariño en la cajita... la humedad salada que le llegó a los labios le estremeció porque eran sus propias lágrimas las que hacían brillar el ojito de cristal.


- El lazo rosa pálido de su primera muñeca, bien enrolladito, atado con hilo rojo; los anillitos de plata; las primeras gafas; el pañuelo con la marca de un beso que nunca entregó; la fotografía del primer novio -¿cómo se llamaba?-; la muestra de perfume añejo que nunca usó; la bolsita de tela con jazmines -ahora secos y sin olor- del primer baile de fin de curso; la banda de honor del colegio... ¿por qué sería, si nunca destacó en nada? o al menos no lo recuerda. El sobre marrón con su nombre y la cantidad del primer sueldo. La bolsa de papel con el postizo que le hicieron de la melena que se cortó.


Deseó no haber abierto la cajita... toda su vida relatada con voz queda y junto a su almohada. Pero no hubo ninguna señal... ella seguía ahí tumbada, con los párpados cerrados, conectada a máquinas que advertían si su corazón oscilaba, si su respiración se alteraba, si los sueros alimentaban su débil organismo... con su preciosa boca deformada por el tubo que le salía desde sus pulmones. Pero su cerebro no reaccionaba, seguía sin aparente actividad.


Deseó no haber abierto la caja. Aquél maldito coche se llevó a su amada y le dejó a cambio un puñado de recuerdos de una persona totalmente desconocida para él. Y lo peor de todo es, que los útimos 5 años han borrado de su propia memoria el timbre de su voz y la caricia de sus manos.


Y eso era lo que él buscaba cuando abrió la caja.


(MariluzGH)
http://entreimagenypalabra.blogspot.com/2010/09/la-cajita.html

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Me ha gustado mucho poder leer esta maravillosa historia de amor. Gracias por tanta sensibilidad.

3 comentarios:

  1. Miles de gracias, mi niña... me has emocionado. Cobra vida esta historia con tu voz... :)

    Es madrugada, tarde para hacerlo... mañana preparo una entrada.

    Dos abrazos y un beso

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  2. Hola Beatriz Salas!
    Te descubrí tratando de bajar doce rosas rojas para unos versos.
    Que sorprendida me quede!
    Empecé a leer tu cajita de cosas dejada por el tiempo, que se niegan dejar el espacio que el tiempo ha procurado mantener, para que un día como hoy, tú y nosotros podamos leer.
    Mary Nina

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Beatriz Salas Escarpa