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lunes, 10 de octubre de 2011

Ceferino Otálora (Mos) - ROY Y SILO - Del Blog -- "MOS EN LA ORILLA"


ROY Y SILO

La historia que os voy a contar no es una ficción. 
Puede que sea sorprendente, 
pero os aseguro que es real. 

Roy y Silo viven en Nueva 
York. En Manhattan. En el 
zoo del Central Park.        
Roy y Silo son pingüinos 
barbijos. Roy nació en la 
Antártida; Silo, sin embargo, 
procede de una pequeña isla al 
sur de Australia. Ambos  son 
pingüinos macho y se quieren. 
Se quieren de todas las formas 
posibles.
Todo comenzó tres años atrás. El parque zoológico aumentó su colección de aves acuáticas no voladoras, con dos nuevas variedades. 
La docena de recién llegados se adaptó fácilmente a su desconocido emplazamiento. Los pingüinos, son aves muy gregarias y sociales que no les importa compartir espacios ni territorios. Los recién llegados, en apenas unos días, se mezclaron con los Humboldt, los emperador, los de ojo amarillo, los de las Galápagos. Por supuesto que añoraban las tierras y mares de dónde procedían. Pero allí, realmente, no se estaba tan mal. 
Era como vivir unas vacaciones eternas en una isla helada llena de comodidades sin tener que huir, ni temer  a las ballenas, ni a las focas leopardo, sus peores enemigos. No comprendían por qué venían a visitarles seres un tanto extraños pero se acostumbraron pronto a ello. Eran tipos iguales a sus cuidadores. 
Se referían a los humanos: visitantes ociosos de todas las edades que se hacían fotos junto a ellos, que les hablaban en un idioma que no entendían.
Roy y Silo, se conocieron buceando. Ambos eran muy ágiles y veloces bajo el agua. Los dos, mostraban un dorso azabache brillante y el singular barbiquejo, la delgada franja negra en la parte baja de la cabeza, que los hacía inconfundibles y ese caminar suyo entre gracioso y elegante. 
Al principio, se buscaban entre los demás para jugar y competir con camaradería. Pocas jornadas después, los dos jóvenes pasaban la mayor parte del tiempo juntos, nadando, paseando, tomando el sol, comiendo, a la hora de dormir, descubriéndose mutuamente por dentro y por fuera. Y así, despacio, pasaron de la amistad a algo  más sublime, a ese sentimiento tan fuerte llamado amor.
En la comunidad de las aves acuáticas no voladoras, la nueva pareja no pasó desapercibida;  aunque contaron siempre con la aceptación de la mayoría. También los cuidadores advirtieron la existencia de una pareja homosexual entre los pingüinos. Pero, dado su grado de profesionalidad y de conocimientos, le dieron a ello la importancia justa.
Pasaron los días, los meses; Roy con Silo, Silo con Roy, el uno para el otro. Sintiendo la necesidad, el apoyo, las ganas de compartir; mirando al horizonte en una sola dirección. Volcando ilusiones y afectos como sólo los enamorados saben hacer.
Pensaban que la felicidad completa la alcanzarían cuando fueran padres, como el resto de las parejas de su hábitat. Soñaban con criar, jugar y vivir con sus propios polluelos. Algo que no alcanzaban a comprender que era imposible entre dos pingüinos machos. Tal vez por eso en su afán de procrear, en su desesperación, incubaron una piedra blanca, redonda, de tacto similar a un huevo.
Durante más de tres meses Roy y Silo, alternando el calor de su cuerpo, empollaron algo sin vida; algo que frustraba sus anhelos de tener familia. Los cuidadores captaron los motivos de tanta tristeza y desaliento; de la falta de apetito y la apatía que invadían a la pareja. Por eso decidieron probar un nuevo método: ponerles un huevo fecundado del laboratorio. Sería preciso  vigilarles más de cerca y suministrarles personalmente el alimento hasta que fueran levantando el ánimo. No les importó hacerlo. Era parte de su trabajo y aquellos pingüinos se lo merecían.
Roy junto a Silo. Silo junto a Roy; manteniendo la esperanza, intentando dar vida con su vida, aguardando el fruto de su amor.
La ciencia y la fuerza de voluntad hicieron el milagro. A las cuatro semanas, pequeños movimientos se  notaban dentro del cascarón. Los dos pingüinos se animaron, recobraron la ilusión.  A los treinta y cuatro días se rompía la envoltura. Nació así una preciosa pingüinita de pelusa gris y vientre blanco como la nieve que, indefensa, exigía alimento antes de abrir los ojos y a la que los cuidadores pusieron el nombre de Tango.
Los padres adoptivos criaron a la pequeña  con toda clase de atenciones, transmitiéndole todo el afecto del que eran capaces. Y así, casi sin darse cuenta, la hembra fue creciendo del modo más natural: con cariño y libertad. Hasta que se independizó de sus mayores, a los que  adora y no cambiaría por nada.
A través de los cuidadores y la dirección del parque, la noticia trascendió a la prensa. La misma prensa en la que el presidente de los Estados Unidos, declara que el matrimonio entre homosexuales es algo nocivo y prohibitivo. La misma prensa en la que el Vaticano, desde el otro lado del mundo, condena la adopción de hijos entre parejas del mismo sexo.
Pero eso, son cuestiones de los humanos: los seres más inteligentes de la Tierra. 
Roy y Silo sólo son dos pingüinos que se quieren; unos padres adoptivos en el zoo de Nueva York.

© Ceferino Otálora (Mos). Marzo de 2004.

20 comentarios:

  1. Que historia mas tierna y maravillosa, creo que a los seres humanos, aún nos falta mucho que aprender de los animales.
    Hay gente que aunque la maten, jamás entenderán ni aceptarán que existe gente diferente, ni mejor ni peor, solo diferente...
    Besitos en el alma
    Scarlet2807

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  2. El amor es un sentimiento "divino"que no ha creado el hombre.El amor es un milagro,que está por encima del sexo,de la cultura y de diferencias sociales.El amor transciende y transforma a quienes lo sienten.
    Mi felicitación y mi abrazo para la autora y para Ruth y Beatriz.
    M.Jesús

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  3. Una historia muy tierna, sin ninguna duda.
    Abrazos, Beatriz.

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  4. Que bonita historia de amor......cuanto nos enseñan a los humanos.

    Un abrazo
    Isabel

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  5. Enternecedor relato, con un final feliz y didáctico.
    Maravillosa narrativa.
    Ha sido mi primera visita, pero te aseguro que estaré por aquí leyéndote.

    Te voy a pedir un favor, si visitas mi blog, por favor deja un comentario, muchos al ver por el Nº que vamos no lo dejan. Gracias

    Mi blog es:
    HISPALIS ISBILIA NUESTRA SEVILLA

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  6. Beatriz, el abrir tu blogs no puedo escucha tu linda voz, no se que ha podido pasar. Deseo se arregle el problema. Besos.

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  7. Hola Beatriz,que historia mas bonita,ya podían aprender algunas personas,un besete

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  8. Hola Beatriz, Una gran historia, los animales viven sin prejuicios.
    Un beso.

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  9. Historias que nos llegan al alma Beatriz. Gracias por tu visita a mi espacio. Seguiré tus pasos. Saludos.

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  10. El amor es valido,no importa como se viva,no hay nada mas hermoso que ese sentimiento,que me importa a quien ama mi prójimo,AMA y eso es lo que vale.La naturaleza nos enseña,nos demuestra.Basta de perseguir fantasmas que no existen.La mejor manera de demostrar respeto hacia los otros es dejarlos ejercer el derecho a ser felices.

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  11. Beatriz y Ruth: Quedo muy agradecido por vuestro interés y vuestro trabajo en esta historia que habla de amor y tolerancia; de lo que verdaderamente importa dejando a un lado los prejuicios. Creo que los animales en más de una ocasión nos dan verdaderas lecciones al ser humano.
    Me ha encantado escuchar la historia de Roy y Silo con otra voz pero no con menos intensidad.
    Emocionado yo también por saber que a la gente le llegan historias como ésta.
    Miles de gracias a las dos y a seguir con vuestra admirable labor de difusión.

    Un abrazo tierno de Mos desde mi orilla.

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  12. Preciosa historia y maravillosa voz. Lo que más me alienta y conmueve de esta historia, no es solo el hecho del empeño de estos pingüinos, sino que hubo alguien que se percató de sus sentimientos, personas con sensibilidad y empatía que los arroparon y pusieron a su alcance la posibilidad de llevar a cabo sus anhelos, sin prejuicios, sin reglas, sólo ayudando a construir la felicidad.
    PD: muchas gracias por visitarme, pero sobre todo por dejar tu comentario. Espero que vuelvas y me dejes tus sentimientos...
    Abrazos naranjas, rojos , cálidos: abrazos de otoño.

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  13. hola BEATRIZ,

    MUY BONITO..
    Y los animales tb tienen un alma..

    Besos

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  14. Dos aves marinas que no entendían de rupturas bruscas con la ilusión.
    Un abrazo.

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  15. Un historia preciosa, llena de ternura.
    ¡Cuánto tenemos que aprender de los animales!
    Un abrazo.

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  16. Una bonita historia contada por una bonita voz, un saludo grande.

    Aparte quería comentarte que ha empezado una nueva semana, me hubiera gustado tenerte infinitamente como el blog de la semana, pero tengo que seguir con mi filosofía y elegir un blog cada semana. :S

    Ahora estarás en mi nueva sección "blogs de los recuerdos" que es donde dejo los blogs que han sido blogs de la semana ;)
    Un fuerte abrazo!!!

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  17. Ay,Beatriz, tienes la facultad de emocionarme hasta lo más profundo de mi ser, sin mentirte, hasta las lágrimas...Tu voz, tu maravillosa voz cautiva las fibras sensibles de quienes te escuchamos y le agrega mucha más magia al texto aquí expuesto.
    Es un maravilloso texto, unido a esta música preciosa,emotiva, obra de Ruth, y tu voz:ARTE COMPLETO. OFICIO Y TALENTO.

    FELICITACIONES A LAS TRES POR ESTO.

    Muy emocionada, como ya dije antes, te dejo mi abrazo enorme. No sin antes decir que el ser humano no ha aprendido a empollar el amor con tanto ahínco como esta pareja sin igual...
    BESOS.
    BUENA SEMANA PARA TI!

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  18. Pido disculpas al autor! ...no sabía que era varón. Aunque no vi el enlace a su blog, lo busqué para conocerlo.

    Entonces, corrigiendo: FELICITACIONES A LOS TRES!

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  19. Que bonita, tierna y aleccionadora Historia Mos. Gracias Beatriz y Ruth por ofrecernos la oportunidad de conocer relatos tan llenos de humanidad.
    Enhorabuena a todos.
    Un abrazo.
    mara

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  20. Mis queridos amigos y seguidores, amanezco en noche cerrada y leeros ilumina mi mañana.
    Muchas gracias desde el corazón.
    Os mando fuertes abrazos agradecidos y os deseo un muy feliz fin de semana.

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Muchas gracias.

Beatriz Salas Escarpa