Una simple margarita de
camomile me enternece y me hace sonreír. ¿Memorías de infancia? Y es que aún recuerdo mis correrías por
Guarda, un pequeño pueblo portugués donde viví 5 años de mi infancia, cuando
las recogía y agrupaba en pequeños ramilletes que luego colocaba donde
jugábamos a las casitas o mejor dicho a los castillos, porque eso parecían y en
ellos soñábamos (largas rocas de granito que conforman la orografía de los
alrededores de la sierra de la Estrella). Cualquier cosas nos servía para
aparentar que era “nuestra casa” y nunca faltaba ese ramo de flores que ha
hacía parecer, acogedora, decorada, más nuestra.
Me gustan las flores, no
los ramos por muy maravillosos que sean, aunque a veces te alegran y emocionan
y son parte de esta forma de vida social a la que pertenecemos. Y sobre todo, me
encantan los campos floridos. Me
proporcionan una sensación especial que me
penetra cuando me paro y me adentro en sus colores, en sus formas, en la magia
de sus composiciones. Algo al contemplarlos me dice que la vida es un poco eso,
el color, las flores, los tonos, la delicada inclinación por su peso, el grupo
organizado y en perfecta armonía, la vida que componen y también, como no, las
malas hierbas que intentan arrasarlas invadiéndolas, que se alzan orgullosas y
sin control y que si no encuentran una mano amiga de las flores que las
arranque y las aleje, terminarán cubriéndolas.
Entre todas las flores
tengo predilección por las margaritas y de ahí por las Gerberas -como veréis,
son el fondo de mi blog- a las que considero sus hermanas mayores aunque ya
hayan perdido la sencillez de la pequeña margarita y es que solo una margarita
puede reflejar lo que yo entiendo por belleza sin clases. Su luz, su combinación
de colores, ese centro tan amarillo y esos pétalos tan iguales, tan en orden y
tan blancos. Una margarita es mágica, está llena de vida y es una fuente
inagotable de bienestar en mi vida.
No me gusta deshojarlas,
ese ritual me parece ridículo y consigue quitarle poco a poco la vida y el
sentido a mi flor favorita.
Me gustan como corona
para el pelo, como única en un pequeño jarroncito cerca de mi zona de trabajo; cuando
un niño la recoge para, al dármela, hacerme sentir que le importo y quiere ver
mi sonrisa sincera, me encantan como parterres llenos de calidez y puedo decir
que en un día muy especial en mi vida, de improvisto, en una zona que no
esperaba, surgieron bordeando el camino para agasajarme y hacerme una vez
sentirme plena y querida.
Beatriz Salas
Querida amiga, como todo lo que escribes es precioso, pero en esta ocasión la carga de sentimientos es tanta, que ademas de emocionarme,a ese campo de flores de colores me he transportado, justo detras de ti, pero a tu lado. Un enorme abrazo...
ResponderEliminarTambién tengo yo mis vivencias con esta flor mínima, no muy apreciada, que con tanta gracias y generosidad adorna a la persona que la recibe y a quien la entrega. Mis hijos nacieron en Madrid y de pequeños los llevaba cada sábado a la Casa de Campo; corríamos, jugábamos y recogíamos florecillas silvestres, (casi siempre margaritas) que entregaban a su madre con las palabras: "porque te queremos". Nunca ha vuelto a estar mi casa igualmente adornada ni mi mujer más feliz con otras flores. Lo mejor es que mi hijo ha enseñado al suyo a hacer lo propio.
ResponderEliminarBesos
Vaya, es mi flor preferida, es como una mujer humilde hermosa y frágil esta flor...es preciosa
ResponderEliminarMe encanta como narras Beatriz
Besos
Mil gracias Beatriz, por dejarnos tan precioso escrito. ¡Es bellísimo!.
ResponderEliminarMuchos besos. Rosa.
Cuantas más anécdotas, reflexiones y vivencias nos cuentas, más te queremos, Beatriz.
ResponderEliminarUn abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Hola Beatriz, muy lindo escrito, precioso,las margaritas silvestres, la flor reina de los campos. También me traen unos maravillosos recuerdos de mi niñez. Felicidades por tan lindo relato, me ha encantado, me ha echo soñar, gracias. Un abrazo. Lola.
ResponderEliminarCon frecuencia son las pequeñas cosas, las aparentemente más sencilas, las que nos llegan más hondo. Probablemente influidos por vivencias, recuerdos, momentos y sentimientos, se teje un hilo conductor que nos enlaza para siempre y que hace que aquello que para otros pasaría desapercibido sea para uno lo más íntimamente delicioso, romántico y encantador del universo. Esta es mi visión sobre las margaritas, Beatriz.
ResponderEliminarComo siempre tus escritos me hacen ir más allá. En esta ocasión, antes de responderte, me ha llevado a plantearme si es la margarita en sí misma -sola y únicamente, ella- o ella junto a todo aquello que rodeó ese primer encuentro lo que generó ese vínculo irrompible o si, acaso, hay una cierta serendipya, o una predisposición, un mapa, un proyecto del que no somos autores que propicia esos encuentros con las cosas sencillas, esas que quedan en uno para siempre.
Abrazotes
Precioso relato con memorias incluidas, yo también adoro las margaritas; creo que influye el perfil de la persona, tampoco he deshojado nunca sus pétalos. Las flores transmiten alegria y su colorido desborda sentimientos que guarda para siempre el alma.
ResponderEliminarAbrazos Pilar.
Ay, mi querida Bea, entrañables recuerdos que fueron forjando tu inmensa sensibilidad... La simpleza y belleza de las flores amalgamadas con esos juegos inolvidables que siguen estando presentes hasta hoy, llenando el alma y reconfortándola. Me ancantó, amigaaaaaaaaaaa!!! Me gusta tu manera de expresar esos sentimientos, bien "A tu manera...", no puedes negarlo... Bravooooooooooooooooo por estas letras que emocionan y cautivan a la vez. Un inmenso abrazoooooooooooooooooooooooo!!!!
ResponderEliminarMi querida Beatriz:
ResponderEliminarQue gusto volver a charlar contigo, que enorme alegría me produce el poder dejarte unas sencillas y agradecidas palabras...tanto tiempo...tanto...
Pero tu voz en el CD me ha acompañado en días duros y en otros más suaves...pero ahora, ahora que me encuentro bien y casi repuesta, (me falta por superar la anemia), me siento mas viva que nunca y llena de gratitud a tanta gente que ha estado de manera incondicional a mi lado, con su apoyo.
Tu eres de esas personas, tus llamadas, tu voz...tú.
Ya no sé cómo darte las gracias, pero sé que sabes que cuentas conmigo para todo lo que quieras, mientras tanto, sigue deleitándonos con tus relatos, deja que en esos momentos, con tu voz de fondo, nos olvidemos de las cosas tristes y sólo pensemos en la paz y la serenidad que nos transmiten tus palabras.
Espero no perderme nada de lo que pongas, nada de nada.
Un beso enorme, lleno de gratitud y cariño.
El poder que tiene el campo y las flores. Un besazo.
ResponderEliminarLas margaritas mi flor preferida. Muy bello amiga. Un beso grande.
ResponderEliminarQué bonito, Beatriz... : )
ResponderEliminarMe has recordado aquellas margaritas de mi infancia.Las que recogía camino del cigarral de Toledo, donde vivían mis abuelos.
Me fascinaba hacer ramitos de flores silvestres y recuerdo mi felicidad cuando aprendí a trenzarlas y me hacía guirnaldas para el pelo o pulseras...
Una vez más me has hecho sentir y soñar.GRACIAS.
Abrazos de osa toledana, para Ruth y para ti... : )
Hola Beatriz, me encanto como escribes voy viviendo las escenas.
ResponderEliminarPrefiero las flores comunes aun las silvestres, mi preferidas son las calas
Un abrazo