Como si de un tiempo de reflexion se tratara, estoy pasando unos meses alejada de todo y de todos.
Hoy me ha sorprendido mucho leer a esta genial escritora, periodista, transmitiendo lo que yo siento en cada una de sus frases. He pensando que necesitaba compartirlo con todos vosotros porque expresa completamente como siento yo la riqueza de vivir.
Hoy me ha sorprendido mucho leer a esta genial escritora, periodista, transmitiendo lo que yo siento en cada una de sus frases. He pensando que necesitaba compartirlo con todos vosotros porque expresa completamente como siento yo la riqueza de vivir.
Desde estos verdes prados en Gales, abrazos para todos.
Beatriz Salas
Beatriz Salas
Vale la pena dedicarle ni que sean tres minutos. De lo mejor y más auténtico que he leído en mucho tiempo.
Escrito por la periodista Angeles Caso y publicado en el suplemento dominical de varios periódicos.
Ángeles Caso - «el valor de las cosas pequeñas»
Angeles Caso se recuerda un 2 de enero del pasado año, frente a una chimenea, en una casa rural "y a solas conmigo misma" escribiendo esto:
" Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio... Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación -al menos la sensación- de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.
Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.
Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.
Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase.
Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí.
Sólo quiero eso.
Casi nada.
O todo."
Escrito por la periodista Angeles Caso y publicado en el suplemento dominical de varios periódicos.
Ángeles Caso - «el valor de las cosas pequeñas»
Angeles Caso se recuerda un 2 de enero del pasado año, frente a una chimenea, en una casa rural "y a solas conmigo misma" escribiendo esto:
" Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio... Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación -al menos la sensación- de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.
Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.
Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.
Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase.
Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí.
Sólo quiero eso.
Casi nada.
O todo."
Autora: Ángeles Caso - «el valor de las cosas pequeñas»
Hola Beatriz...hace un tiempo que no nos visitamos, y hoy de casualidad, o NO, se actualizo te publicación, hacía tiempo que no aparecian, me han emocionado estas letras con las que me identifico plenamente, muy bien expuesto ese sentimiento. Gracias.
ResponderEliminarEl problema de las actualizaciones sigue, tanto en lo mío como en lo vuestro, a muchos os visito desde vuestro comentario.
He publicado y me tomo unos días de descanso, hoy y mañana visito a tantos como el tiempo me lo permita, nos leeremos pronto.
Un abrazo
Ambar
Coherencia, grandeza, dignidad, sentimientos. Y valentía. Mucha valentía. Para no esconderse de uno mismo, para no amedrentarse ante la nadería vacua de los otros. Para decir lo que se piensa y se siente ante lo profundo y ante lo cotidiano, que a fin de cuentas, encierra la resignación, la aceptación y la resolución que acaban por construir la sólida cimentación de lo profundo. Palabras tan hondas, tan sinceras y transparentes como los ojos de esta mujer.
ResponderEliminarChapeau! Por ella, y por ti. Reconforta leer esto. Recordar que el Periodista, con mayúsculas, sí, ese que encierra el germen de un buen escritor, el que es honesto con su trabajo y con la ética que ello lleva aparejada, y consigo mismo, no ha muerto. Está ahí, entre el "griterío". Sólo hay que querer buscarlo. Y escucharlo.
Abrazón y muchísmas gracias por acercarnos "al valor de las cosas pequeñas". Gracias por el subidón moral que este magnífico texto nos proporciona.
Reflexión que hago mía.
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