El ser humano aspira a disponer de un amor en exclusiva.
(También a dedicarse en exclusiva a él, pero esta segunda aspiración la contraría con facilidad.)
Hay etapas de la vida -las más solitarias- en que el ser humano es pura esperanza, o pura desesperación. La importancia de alguien se mide por el grado de dependencia que otro tenga de él. Si en tales etapas no se encuentra a mano una persona, el hombre se resigna a cualquier otra vida: una planta, un canario, una colección de caracolas, un perro, por ejemplo.
Los grandes solitarios, reducen sus ansias a un mundo menor, a su cuarto de estar, a esa otra vida que atienden y miman, y que les demuestra su necesariedad.
Supongase el dolor que sienten cuando tal vida -que es, en definitiva, la prueba de la suya- se extingue.
Se secó la planta, las caracolas se quebraron, murieron el canario o el perro. La soledad entonces se vuelve abrumadora, porque ya ni ella es compartida...
La Soledad Sonora
La Soledad Sonora
Antonio Gala
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Beatriz Salas Escarpa