Aquí puedes oír la grabación, mientras lo lees.
Marcos Ana, poeta y autor de la historia de "Ana Faucha" que es un extracto de su libro "Decidme cómo es un árbol", publicado por las editoriales Umbriel y Tabla Rasa.
Ana Faucha
Escrita por Marcos Ana en "Abr 29, 2012"
Escrita por Marcos Ana en "Abr 29, 2012"
ANA FAUCHA*
era una viejecita del Sur de España. Su marido murió luchando durante la guerra
civil. No le quedaba en la vida más que un hijo preso en la cárcel de
Valdenoceda. Estaba enferma y no quería dejar este mundo sin ver por última vez
a su hijo.
Ana Faucha, anciana y sola, sin recursos, vivía de milagro. Pero era una mujer del pueblo, acostumbrada al sufrimiento; tenía el temple de las madres españolas. Y sin pensarlo más se puso en marcha, decidió ir a pie a la cárcel donde se encontraba su hijo.
Andando, siguiendo a veces las vías de ferrocarril para no perderse, pidiendo limosna por los caminos y en los pueblos que encontraba a su paso, formando un pequeño paquete de comida para su hijo con lo mejor que recogía, esta madre cruzó de abajo a arriba el mapa de España. En su camino conoció el amor y la solidaridad de muchas familias sencillas que la albergaron en sus casas. A veces en la carretera la recogían y la acercaban algunos kilómetros a su destino.
No se sabe cuántas semanas o cuántos meses tardó en llegar a Valdenoceda. Pero llegó. Y me imagino cómo saltaría su corazón de gozo cuando por fin vio la cárcel donde penaba su hijo.
Se acercó a la ventanilla de comunicaciones y dio el nombre del hijo. El funcionario miró el fichero, un fichero frío, como son los ficheros de las cárceles y le respondió:
—Señora, usted no puede comunicar con él porque está chapado en una celda de castigo.
Aquella madre no comprendía. No le cabía en la cabeza y el corazón que después de haber cruzado media España no pudiese ver a su hijo porque estaba castigado.
—Entréguele por lo menos esta comida, por favor, soy su madre…
—No puede recibir nada, está incomunicado —respondió secamente el guardián de prisiones.
Desde entonces, todos los días, aquella anciana se acercaba tres o cuatro veces, mañana y tarde, a la ventanilla y recibía la misma contestación. A todas las horas se la veía, como un pequeño fantasma, con un pañuelo negro sobre la cabeza y arropada con un mantón oscuro, rondar por la puerta de la cárcel, acercarse a los muros, golpearlos con sus pequeñas manos pálidas como pidiéndoles una explicación.
Yo no sé cuánto tiempo hubiera esperado aquella madre, bajo el frío y la nieve, para ver a su hijo. Pero vivíamos uno de los inviernos más crudos y una mañana apareció muerta junto a los muros de la cárcel, como un pequeño pájaro oscuro, cubierta de nieve, abrazada al paquete que inútilmente fue formando para su hijo.
Así murió Ana Faucha, una viejecita del Sur, símbolo de las madres de los presos políticos, a la puerta de una cárcel de España.
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*Me contó este episodio un amigo mío que estaba de ordenanza en la ventanilla de comunicaciones y paquetes, y nunca pude escuchar esta historia sin ver en aquella viejecita el rostro y el corazón destrozados de mi madre.
Ana Faucha, anciana y sola, sin recursos, vivía de milagro. Pero era una mujer del pueblo, acostumbrada al sufrimiento; tenía el temple de las madres españolas. Y sin pensarlo más se puso en marcha, decidió ir a pie a la cárcel donde se encontraba su hijo.
Andando, siguiendo a veces las vías de ferrocarril para no perderse, pidiendo limosna por los caminos y en los pueblos que encontraba a su paso, formando un pequeño paquete de comida para su hijo con lo mejor que recogía, esta madre cruzó de abajo a arriba el mapa de España. En su camino conoció el amor y la solidaridad de muchas familias sencillas que la albergaron en sus casas. A veces en la carretera la recogían y la acercaban algunos kilómetros a su destino.
No se sabe cuántas semanas o cuántos meses tardó en llegar a Valdenoceda. Pero llegó. Y me imagino cómo saltaría su corazón de gozo cuando por fin vio la cárcel donde penaba su hijo.
Se acercó a la ventanilla de comunicaciones y dio el nombre del hijo. El funcionario miró el fichero, un fichero frío, como son los ficheros de las cárceles y le respondió:
—Señora, usted no puede comunicar con él porque está chapado en una celda de castigo.
Aquella madre no comprendía. No le cabía en la cabeza y el corazón que después de haber cruzado media España no pudiese ver a su hijo porque estaba castigado.
—Entréguele por lo menos esta comida, por favor, soy su madre…
—No puede recibir nada, está incomunicado —respondió secamente el guardián de prisiones.
Desde entonces, todos los días, aquella anciana se acercaba tres o cuatro veces, mañana y tarde, a la ventanilla y recibía la misma contestación. A todas las horas se la veía, como un pequeño fantasma, con un pañuelo negro sobre la cabeza y arropada con un mantón oscuro, rondar por la puerta de la cárcel, acercarse a los muros, golpearlos con sus pequeñas manos pálidas como pidiéndoles una explicación.
Yo no sé cuánto tiempo hubiera esperado aquella madre, bajo el frío y la nieve, para ver a su hijo. Pero vivíamos uno de los inviernos más crudos y una mañana apareció muerta junto a los muros de la cárcel, como un pequeño pájaro oscuro, cubierta de nieve, abrazada al paquete que inútilmente fue formando para su hijo.
Así murió Ana Faucha, una viejecita del Sur, símbolo de las madres de los presos políticos, a la puerta de una cárcel de España.
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*Me contó este episodio un amigo mío que estaba de ordenanza en la ventanilla de comunicaciones y paquetes, y nunca pude escuchar esta historia sin ver en aquella viejecita el rostro y el corazón destrozados de mi madre.
Marcos Ana
Desgraciadamente han habido y habrán demasiadas Ana Faucha en esta sociedad.
ResponderEliminarSi es el Marcos Ana que yo conozco, seudónimo cuyo nombre corresponde al de cada uno de sus padres, es una magnífico poeta nacido allá por los años 20, participante en la guerra incivil y conocido en muchas cárceles españolas gracias a nuestro querido dictador, en muchos casos aún vigente a pesar de su muerte.
ResponderEliminarLa Universidad de Granada en el año 2009, por ahí andaba yo, se le propuso para el Premio Príncipe de Asturias,que no recibió.
Un abrazo.
Estremecedora historia, pero como dice el primer comentarista han habido y habrán muchos más casos como este. En aquellos años de la guerra y la posguerra, que fue mucho más dura con miles de personas encerradas y fusiladas por aquél régimen inhumano, estos casos se dieron a patadas, y seguro que los hay muchos más duros.
ResponderEliminarSaludos.
Me encanta beatriz que traigas a Marcos Ana hasta tu voz.
ResponderEliminarEs un hombre excepcional con muchos años de cárcel injusta a sus espaldas. Tengo de él el libro de poemas "Decidme cómo es un árbol" y desde entonces, me ganó fielmente.
Terrible historia la de esta madre del sur.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Una historia muy dura, dramática, que apena, reconcome e indigna. Demasiadas parecidas como ya han dicho los compañeros.
ResponderEliminarBesos a todos.
Divina justicia la que impera en nuestro mundo. Cuando leo historias como estas me pregunto que corazon dicta leyes tan crueles. Pero para Don dinero no existen rejas que no se puedan abrir.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Cuántas historias de tantas otras Ana! Si una guerra civil es la más cruel de las guerras, la nuestra está en la cima del horror. Gracias por reproducir este dolor que es o debe ser común a todos los españoles.
ResponderEliminarEs un estremecedor relato querida amiga..... y no tiene nada de ficción lamentablemente.....
ResponderEliminarQue tengas un bonito fin de semana!! Un gran abrazo a la distancia
Estremecedora historia, un homenake a tantas Ana, en muchos paises del mundo
ResponderEliminarAbrazos
Es una verdad que muchas madres aquí en Argentina siguen sintiéndola latir, cuando en época de dictadores, han hecho desaparecer miles de hijos y nietos ahora de MADRES Y ABUELAS DE PLAZA DE MAYO.
ResponderEliminarPor ello decimos en Argentina, los que aún creemos en la justicia y la verdad...NUNCA MÁS, tener memoria es otra forma de no dejar que se cometan más crímenes y detenciones dictatoriales.
Mis saludos
Que triste relato y que madre coraje!!!.
ResponderEliminarEn tu voz Beatriz el corazónse emociona y lloro...
Ojala nunca volvamos a ese tiempo
Besos
Qué preciosa historia y qué triste final, me ha emocionado y encongido el corazón, te dan ganas de golpear esos muros, sí, como ella, ¿por qué el ser humano llega a ser tan inhumano?
ResponderEliminarComo siempre un gran trabajo. Felicitaciones.