Hoy quería contaros que, para mí, la palabra “torrijas”
encierra tantos sentimientos, tantos recuerdos de infancia…
Veréis, os cuento, adoro las torrijas; desde
pequeña han sido mi debilidad y hasta que conocí las torrijas de mi tía Carmen,
las de mamá eran “las mejores”. Ainsss, aun recuerdo como decía mamá: “Bah,
pero si la tía Carmen no sabe cocinar, cómo va a saber hacer mejor que yo las
torrijas”! Y es que la tía Carmen las dejaba mucho más mojadas y eso hace que
se deshagan en la boca.
Mientras escribo estas letras he pensado que voy a
llamar a mi tía y le voy a pedir la receta para que, si alguno queréis, podáis
también probar “las mejores torrijas que hayáis probado nunca”.
Por estás fechas mamá se ponía manos a la obra y
hacía bandejas de torrijas que, si podía evitarlo, no nos dejaba probar hasta
que no hubiésemos terminado de comer. Solo de postre o merienda… pero que
robábamos entre comidas para saciar el apetito y el alma. Eran torrijas que se
comían con los ojos cerrados! Eso sí, de paso, le dábamos la vuelta a las más
altas para que siguieran empapándose en el líquido de la base y estuviesen
siempre “mojaditas”.
Un día, por estás fechas, en mi llamada diaria a
mi madre le pregunté que para cuándo empezaría a hacer torrijas y ella con la
voz extrañada me contestó: “Torrijas? Beatriz, qué es eso?” Dios mío, se me
vino el mundo encima mientras intentaba que recordara, asustada y asombrada de
la realidad… Ese día comprendí, se confirmó lo que ya imaginaba: Mi madre tenía
Alzheimer.
TORRIJAS DE LA TÍA CARMEN
Una barra de pan del día anterior.
Un bol con leche fría, dos cucharadas azúcar y
canela en polvo (remover bien).
Cortar la barra en rebanadas de dos centímetros
más o menos, y un poquito atravesadas para que no quede en redondas.
Cada rebanada se hunde en el bol con la leche
fría, que se empapé un poquito (para que no se deshagan) y, con dos tenedores,
con cuidadito, se pasan a un plato con huevo batido para mojarlas bien en huevo
y escurriéndolas en cada paso, pasarlas a freír con aceite que cubra la torrija
(el fuego ni muy caliente para que no se quemen, ni muy templado para que no
chupen mucha grasa).
Me dice que conviene escurrirlas en cada paso para
que no chorreen mucho.
Una vez bien doraditas, se sacan a una fuete (sin
papel).
Se hace un almíbar, en un cazo, agua con bastante
azúcar, hervir un poquito hasta que se haga almíbar.
Dejar enfriar un poquito e ir mojándolas una a una
y pasarlas a la fuente definitiva.
Cuando todas están expuestas se espolvorean con
una mezcla de canela y azúcar.-
BEA que cosa más rica !!!
ResponderEliminaracá recién amanece y el desayuno se prepara
es bello recordar a través de los sabores y sensaciones que los alimentos dejan
son el arropo al tiempo , lo que nos hace lazo con los nuestros , con los que estuvieron y con los que están
besitos y mil gracias por tu huella
ten un fin de semana precioso!!!
He tenido que mirar dos veces el blog ¿es este la bitácora de Beatriz?, en un principio reconocía todo pero no así la entrada, nunca o al menos que yo viera nos ha contado una receta , pero sí, es su blog contando una magnífico postre, que aunque puede ser de todo el año, es ahora en Semana Santa cuando normalmente se toman. En breves fechas en casa seguramente haremos roscos y pestiños, por aquí somos muy golosos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Beatriz, qué pinta..., y con las horas que son... Esas torrijas dice "Cómeme". Me apetecen, pero no debo, no, que los kilos...
ResponderEliminarUn beso y gracias por la receta.
A torrijas, pestiños, roscos, magdalenas y empanadillas de cabello de Ángel. A olor de horno de panadería, a lebrillos llenos de masa, a separar las cápsulas de las magdalenas, a mí corriendo hasta la panadería tras salir del colegio para llegar a tiempo de poner el azúcar por encima antes que entraran al horno. Al aroma cáscara de naranja o de limón friéndose lentamente en el aceite para la masa de los pestiños, a matalauga y ajonjolí. A huevos por docenas y a sus medios cascarones que servían de medida. A papelillos de gaseosa que obraban aquel milagro esponjoso con su costra puntiaguda de la que yo me sentía artífice. A reuniones de mujeres de la familia riendo. A miradas cómplices. A visitas furtivas que menguban aquella fuentes blancas con e filo azul. A los paños de prinorosa puntilla que los cubrían. A vasar de abuela. A vísperas de vacaciones. A todo eso me han llevdo a mí las torrijas de tu tía.
ResponderEliminarAnte la dureza del alzhéimer solo nos queda tirar del propio recuerdo y confiar en tantos momentos y sensaciones que tu madre disfrutó mientras se producían. Confiar en que lo vivido, aunque no se pueda recordar, fue hermoso mientras se produjo. Y aplicarnos a sentir y disfrutar nuestro propio momento. Y a alegrarnos de tener ese tesoro colores, olores, sabores llenos de cariño y de que aún los podemos recordar.
Un fuerte y cálido abrazo
¡Dame las señas, Beatriz, pues ya he pecado!
ResponderEliminarUn beso
ABRAZOS a la tía, un manjar para niños, tan simple y económico que sería un pecado dejarnos sin postre. Bien por el "atenti" que nos trae con el recuerdo de su mamá. Hay que Amar y entregarse cuando todo está bien; pero, aún más Amor y más entrega cuando va todo por el carril Difícil. ABRAZOS, Beatriz.
ResponderEliminarhttp://enfugayremolino.blogspot.com.ar/
Me encantan las torrijas, Beatriz. Y estas de la tía Carmen seguro que están de vicio.
ResponderEliminarUn abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Que pinta tienen y con lo que me gusta las torrijas,me pondre manos a la obra.Gracias Beatriz por darnos la receta,abracitos para la tia Carmen y un bezaso guapa
ResponderEliminarBeatriz, las torrijas son algo que no puedo resistir.
ResponderEliminarMira, no soy buena cocinera, para nada, pero sin embargo la receta que has puesto es como las hace mi madre, y esa receta Beatriz va a misa.
Gracias por ponerme la imagen y la receta me ha dado una gran alegría, y la fotografía hambre de ellas.
Un besazo
Uhm Beatriz ¡qué ricas! a mí me encantan, siempre deseo que llegue la Semana Santa porque aquí es tradicion comerlas. Qué placer morder ese pan que no parece pan sino un trozo de cielo blandito.
ResponderEliminarGracias por traer ese aroma de canela y azúcar a mi memoria. Y cuánto siento que tu madre las olvidara, pero el tiempo que las recordó las disfrutasteis y eso es lo que tiene que prevalecer.
Un abrazo fuerte.
Hay amiga mía, me llegaste al alma con esta entrada para mi tan agridulce.
ResponderEliminarAgria por ver como una persona que quieres tanto y que tantas veces te hizo platos riquísimos con el mimo que solo una madre sabe hacerlo y de pronto se le borre de su mente esa maestría suya, de veras que ninguna persona que no lo haya vivido sabe de lo amargo que es comprobarlo y sentirlo en carne propia.
Y dulce por ese pedazo de receta que la transporta a uno, como dice nuestra amiga Margarita, a su niñez, a esos olores que te venían cuando andabas por las calles en estos días previos a estas fiestas, que te envolvía en ese aroma a ingredientes y dulzor inconfundibles que salia por los hornos de las panaderías y también de muchas casas donde se reunían familias y amigas para hacer juntas esas delicias.
Gracias querida amiga por compartir con nosotros esta buenisima receta.
Un cariñoso abrazo desde
LAS COSITAS DEL RINCON DE DOLORES
Que buena pinta. Si tengo un poco de tiempo libre me pondré ala tarea.
ResponderEliminarUn beso amiga.
buenisima la receta y fácil
ResponderEliminarun beso enorme, que tengas buen fin de semana
Ummmmmmmmmmmmmmmmmm
ResponderEliminarFeliz semana