Se lo hice prometer en cuanto los chicos se hicieron adultos y se cumplió tal como lo acordamos. Nos dimos cuenta que aquello ya no tenía solución y cumplimos por dignidad, por amor y porque la gente que me rodea y quiere me lo hace saber a menudo.Patricia me lo prometió tras negociar entre risas y caras serias, en un momento de intimidad. Sellamos el acuerdo con un beso. En el momento que me olvidara de su nombre y del de nuestros hijos de forma continuada… entonces, ese sería el momento de hacerlo... y solo hubo que esperar algunos años para que esto ocurriera.
Apenas recuerdo cómo fue mi vida, solo a veces me vienen pequeños fragmentos a la memoria, siempre entre vacios y nebulosas. Imágenes revueltas de infancia de familiares que ya no están. Mezcolanzas turbias. Recuerdo de aquella época, las mañanas de fin de semana, cuando los niños se metían en nuestra cama y en pocos minutos almohada y sabanas se transformaban en barco pirata gobernados por Babarroja, Sandokan… algún que otro aventurero se apoderaba de nuestra personalidad por breves y felices momentos. Mi vida había sido bonita.
Hace un día de primavera. Hoy es el día indicado. El día del cumplimiento de la promesa.
Nos hemos despertado muy tiernos y nos hemos querido como locos, eso por el momento, no se me olvida. Hemos desayunado toda la familia juntos y al salir al monte me he despedido de mis hijos con un fuerte abrazo. Aunque no recuerde sus nombres quiero hacerles saber lo orgulloso que estoy de ellos y lo feliz que me han hecho sentir. Son buenos hijos y buenas personas.
Me he puesto las botas de monte, polainas, mi jersey favorito, el de punto de garbanzo y la manta de cuadros. Mi mujer entre alguna lágrima que otra, prepara la despedida a su modo y ha hecho unos bocadillos de tortilla con chorizo. Sabe como me gustan. El día de la promesa está siendo duro para ella, más que para mí. Yo estoy convencido.
Hemos pasado una mañana bonita. Patricia ya ha partido hacia casa y yo me quedo en “la sierra del no me acuerdo”, entre hayedos. Están empezando a brotar y tienen un color precioso. Comienza a atardecer.
Mañana amaneceré entre hayas, niebla o txirimiri. Sin duda alguna, habré olvidado el camino de vuelta a casa. Patricia sabrá cumplir su palabra sufriendo un silencio duro y cómplice para dar a mi vida el final digno que yo elegí.
La ertzantza iniciará el rastreo y los periódicos publicarán que un hombre de edad madura, con principios de Alzheimer, salió al monte y no volvió a casa.
Máximo Cano en sábado, enero 29, 2011