Mi querido amigo Ian nos ha dejado para emprender su propio viaje a las estrellas.
Tengo mucho dolor porque no lo esperaba y quiero compartirlo con todos vosotros porque sé que muchos le conocíais y querréis rendirle homenaje en su propio blog.
Todo mi cariño más sincero para una gran hombre, un brillante poeta y una buena persona.
http://milagroswelden.blogspot.com.es/
Os dejo una entrada anterior, que le dediqué en su día admirada por su maravillosa manera de llegar y de escribir sentimientos, para que podáis disfrutar de sus letras.

"Beatriz Salas Escarpa ... A mi manera" - Creé este blog pensando en poner voz a los escritos de muchas personas que en la red reflejaban sus textos. También escribo pequeños relatos que quise compartir con todos vosotros. Tras varios años de andadura, actualmente ha habido cambios muy significativos porque la empresa donde se colocaban las grabaciones dejó de existir y todo el trabajo realizado se ha perdido. Queda el bello recuerdo y las letras de los autores, a todos ellos GRACIAS.
Seguidores
jueves, 31 de enero de 2013
jueves, 24 de enero de 2013
PASEANDO POR EL CENTRO DE SEVILLA
Desde que me he instalado en el
centro de Sevilla, la vida no deja de darme qué pensar… Y es que, está todo tan a
mano que sin ninguna dificultad me pongo cómoda y me dispongo a vagar por las
calles, sin saber hasta dónde llegaré, qué me sorprenderá, descubriendo rutas
alternativas para regresar a casa, intentando recordar los nombres de las
calles, situarme y hacer que el día a día me dé un abanico de posibilidades
para pasear disfrutando del lujo que esto representa. Normalmente no me fijo
mucho en nada que no sea: entrar en las iglesias y sentarme en la paz del
templo, no perderme, sorprenderme por la belleza de sus edificios en calles
estrechas y con sabor a viejo, encontrar nuevas tiendas y, sobre todo, visitar
las que tienen objetos de decoración. Cuánto disfruto revisando los objetos,
imaginándolos en mi casa, componiendo espacios delicados y “como a mi me
gustan”, qué sé yo!… un placer inmenso para mí. Sin embargo, desde hace unos
días mi mirada empieza a reconocer otras cosas en mi recorrer. Encuentro
personas que viven en la calle, cada día alguna nueva, en tremendas
condiciones, en vivo y en directo, no como solía verlas en la tele… y aunque
reduzco la marcha… sigo despacio mi camino; en un callejón son varias… Hoy, por
ejemplo, el callejón lo habían regado. No quedaba más que uno de los hombres
que intentaba apilar sus pertenencias sobre una silla para que no se mojaran…
Además, hoy llovía en Sevilla…
En una gran plaza había
vendedores ambulantes, bien organizados y con buenos puestos. Me ha sorprendido
el de una esquina porque la vendedora, una joven preciosa de color, iba en traje de
chaqueta negro, con camisa blanca y los bolsos a la venta eran muy bonitos. Se
notaba que los había elegido con mucho gusto y daban ganas de comprarse uno
aunque no lo necesitara. ¡Qué maravilla! Y su sonrisa... atendía con tanto interés que me ha hecho sentirme bien al verla. Luego, he entrado al Corte Inglés, planta baja, y
todo me ha parecido ajado y pobre. Sus empleados desmanejados, perdidos; el que
me ha atendido moqueando y sorbiendo mocos, y eso que tendría más de 50 años,
con el traje regular, mucho desorden, muy decadente… ¡Con lo que era ese
negocio! Me alegré por ella, la joven emprendedora, tenía vida en su mirada,
esperanza y confianza y me deprimió el grupo de empleados… me dieron pena y
tristeza.
Mirando y mirando, vas
observando como la vida va dando un giro y te encuentras sorpresas de todo
tipo. Los años pasan, la crisis atenaza los sentidos de propios y extraños y no
hay nada mejor, para centrarse, que empezar a observar las cosas también con el
corazón, la razón y los sentidos para saber exactamente donde nos encontramos y
qué o quién somos.
Beatriz Salas
Beatriz Salas
viernes, 18 de enero de 2013
Mi querido micrófono
Llevo ya unos días que me pide
el cuerpo sentarme tranquila a escribir y para ello me tomo muchas molestias (aunque
no son molestias, tan solo una forma de hablar). Qué todo esté en armonía, predispuesto
para no distraerme, para concentrarme en lo que quiero plasmar, en no pensar en
nada que no sea adentrarme en mis recuerdos y plasmarlos con la mayor fidelidad
posible.
Nunca sé sobre que hablarán mis
dedos que corren veloces cuando encuentran el tema que quieren contar, y hoy,
sin saber por qué, al verlo guardadito entre mis cosas-recuerdos, he sabido que
el tema era mi pequeño micrófono.
Estábamos ya instalados los
cuatro en Rossington (England), en el verano del 2006 y queríamos una cámara
para hablar por internet con el lele y
la yaya, y que nos vieran. En la única tienda de informática del centro compramos
la susodicha y la llevamos para probarla. Ni idea del porqué no nos gustó por
lo que la volvimos a empaquetar y la cambiamos. No mucho después descubrimos
que junto a la cámara iba un cable con un pequeño micro, que supuse incluiría, y
que no había acompañado al embalaje y devolución. Resumiendo, teníamos un pequeño
micrófono de cable largo y apenas la medida de la falange distal. Era tan “poca
cosa” que ni me molesté en ir a llevarlo y cuando días después necesité uno, probé
colocármelo de varias maneras; al final la mejor resultó ser: pasar el cable por
detrás del cuello y dejar que colgara sobre mi pecho, eso lo mantendría cerca
de mi corriente de voz y lejos de los ruidos provocados por la respiración de
la boca y la nariz.
Quién me iba a decir que hoy,
en enero del 2013, aún formaría parte de “mis más preciadas cosas”, aunque ya no
lo utilice y repose tranquilo, arrebujadito en su cable y con remiendos en la
clavija que estuvo a punto de despedirse en una de mis tantas locuciones. Él me
ha conocido de cerca, poquito a poco en mi andadura por las ondas. ¡Qué buen
compañero! Con él he hablado, grabado y, sobre todo, emitido en una radio on line. Me ha acompañado
en viajes, en todo tipo de reuniones donde la radio era el centro de mi vida y
nunca me ha fallado. Lo tomo en mis manos, le miro y
la ternura me hace sentirlo próximo, sabiendo que fue parte de mi historia, que
significó mucho y me ayudó
a sentirme segura y a poder
llegar a los demás con el interés que siempre tengo.
Han sido mucho los micrófonos
que he utilizado, que me han sugerido, que he intentado adaptar a mi ritmo de
grabaciones pero os aseguro que ninguno como este pequeñajo que tantas
satisfacciones me ha dado. Ahora, reposa en una funda negra, muy bonita, en uno
de los laterales que pertenece a un Lacie fenomenal, para mantenerlo, al menos,
como está ahora, y que me acompañe… hasta que se pueda.
Beatriz Salas
viernes, 11 de enero de 2013
Castillo – Fortaleza
Desde que vi por primera vez
construcciones en arena de la playa mi asombro no deja de crecer. Cuando vivía
en Playa de las Américas y paseaba hacía los Cristianos por el paseo de la
playa, a la altura del Hotel Troya no era difícil ver a algún artista atrapando
a cuantas personas tenían la oportunidad de
contemplar su producción.
¡Qué generosidad tan grande la
del virtuoso! Sin espavientos, en silencio, sin publicidad o ganas de sobresalir,
los anónimos creadores de tan efímeras obras podían conmover y asombrar a
propios y extraños. A veces modelaban figuras humanas, esculpidas en la arena,
a las que solo les faltaba ponerse de pie y empezar a caminar, también animales
o composiciones de todo tipo, y otras, otras, eran castillos, verdaderos
castillos. Cuando de grandiosas fortalezas se trataba no podía por menos que
olvidar la realidad y arrastrarme por la magia del momento, hacerme diminuta y
comenzar a pasear por su veredas, situarme tras sus vanos, pensar o creerme
parte del conjunto y dejarme llevar por mi fantasía e ilusión.
Los cuentos de la infancia, en
los que creía a pies juntillas, se encargaron de hacerme soñar en princesas
vestidas con esos maravillosos vestidos que tanto me gustan, hadas capaces de
conceder cualquier deseo y gentiles caballeros que partían a guerrear y
tardaban en regresar. Después, los famosos Castillos de la Loire, me rindieron
aún más, si eso era posible, a tan magníficas posibilidades de vida. Los
castillos siempre me han hecho soñar: con sus pasadizos, sus secretos, sus
tortuosas estancias, con sus habitaciones con camas dorsel y grandes chimeneas,
donde podía sentir el frío en invierno y su frescor en verano, debido al grosor
de sus muros. Castillos que no palacios. Castillos regios, serios, austeros y
de grandes piedras, con sus torres y sus almenas desde las que poder ver a
quien se aproximara. Y es que para mí un castillo es, sentirme protegida,
aislada, rodeada de grandes muros que me dan la sensación de fortaleza, y
siempre en lo alto de una loma.
Cuando la otra tarde me
enviaron la foto que acompaña este texto, porque en un paseo por la valenciana
playa de las Arenas estaban en plena construcción y llamó la atención de mi
amiga, no pude por menos que sumergirme una vez más en su estampa y dejarme
llevar por la sensación que me proporcionan de “retorno al pasado”.
Beatriz Salas
Suscribirse a:
Entradas (Atom)