No tenía más remedio que bajar,
había que hacer una pequeña compra o no podría tomarse ni un té! No tardó
mucho en prepararse porque últimamente la ropa deportiva, amplia y con
zapatillas de deporte, se habían convertido en su uniforme acorde con la vida
que llevaba y además, lo importante era dejar su burbuja cómoda y serena para llegar
a la calle y pasear.
No le costó mucho empezar a
caminar despacito por la acera. Hacía un solecito entrañable, poco ruido y
empezó a animarse; en realidad no
tenía prisa ninguna. En un
principio tenía claro por donde iría hasta el supermercado, mas sin pensarlo ni
importarle cambió de rumbo y empezó su diario deambular entre calles, coches,
turistas y viandantes. Eran momentos muy especiales, muy importantes en su recuperación,
como si de una terapia se tratara. Para ella, su paseo diario era un regalo.
No supo en qué momento un halo
de alegría empezó a recorrer su silueta, se sentió especial como
flotando. Al principio, distraída, no entendió muy bien qué provocaba esa
agradable sensación, cómo reaccionar, y simplemente se dejó ir, sin saber muy
bien dónde, embriagada cada vez más por… ¡El olor! ¡Eso era! Un intenso olor la
tenía embrujada, era el azahar que engalanaba los naranjos e invadía cada calle,
cada rincón, cada espacio libre. Ni la polución podía nublar la sensación de
estar como por un inmenso parque poblado solo de naranjos en flor, -aún sin
esas naranjas amargas tan características y populares que invadirían la ciudad
en breve-.
Eso tenía Sevilla, un día, de repente, el
fuerte olor la transformaba.
Nadie que no haya estado en
primavera en Sevilla puede imaginar lo que significa que tantísimos naranjos
florezcan al unísono y te embriaguen hasta perder conciencia de la realidad.
Llegó a un pequeño recodo y de ahí
a un placita, con bancos gastados y esencia andaluza, donde se sentó
cómodamente recostándose feliz.
¿Cómo no lo había hecho antes? ¿Cómo
nunca se había dado cuenta?
Fue consciente de que a partir
de ese momento debía empezar a darle prioridad a los conciencia, a que el alma
se llenara de pequeños detalles infiltrándose suavecito por cada poro e iluminando
por dentro hasta convertirla en una bella luciérnaga. ¡Qué locura sentirse tan
viva! ¡Qué placer inmenso! ¡Qué felicidad!
Y pensaba: Sí, Sevilla tiene un
olor especial y desde hoy puedo decir que lo he hecho mío, que lo llevaré
dentro por la arrolladora manera de poseerme, no dejaré pasar el volcarme en lo
que puedo llegar a suspirar por detalles que hasta ahora pasaban raudos y sin
tocarme.
Con la mirada perdida entre las hojas de los naranjos bajo
los que se cobijaba entrecerraba los ojos para centrarse en los sentidos, en
tanta armonía, tanto gozo inusual, en la deliciosa manera de estremecerse.
Con pasos cansinos, casi arrastrando los pies un hombre de
aspecto joven, delgado, de ojos decepcionados llega hasta el banco y se deja
caer como si por fin hubiera llegado a la meta. Su presencia pasa casi
inadvertida por lo silencioso de su llegar. No hay curiosidad por parte de
ninguno de ellos pero si se apreció como el persistente aroma de los azahares
empezó a rodearlo y a elevarlo, de tal manera que sus gestos se relajaron, sus
manos dejaron de crisparse en sus bolsillos y su cabeza se enderezo curiosa,
aspirando con premura la fragancia presente.
¡Cómo puede calmar el alma un olor!
Era maravillosa la estampa de esos dos seres anónimos a los
que los sentidos acababan de alejar de cualquier realidad y los fundía en la
armonía de la naturaleza. Algo invisible acababa de unirles en una comunión perfecta
porque perfecto es sentirse bien, rodeado de belleza y en compañía de un alma
buena como se presentía que eran ambos.
¿Alguna vez nos lo planteamos? Solemos correr a escuchar
canciones, leer o simplemente buscar compañía que nos escuche o nos acompañe
pero buscar fragancias… no, rotundamente no. Hay algunas que nos traen a la mente todo tipo de recuerdos porque quedan marcadas para siempre en nuestro corazón.
Yo llevo tu esencia en mis dedos, en mis muñecas, en mis mejores recuerdos.
Yo llevo tu esencia en mis dedos, en mis muñecas, en mis mejores recuerdos.
Los dos estaban solos en aquel rinconcito lleno de sosiego,
quietud, placidez...
No se sabe cuánto rato disfrutaron de esos momentos pero sí
de la fortuna de haber podido compartir el deleite de tal fascinación.
Beatriz Salas
Qué curioso Beatriz!, hace un par de días tuve la misma experiencia... aquí por tierras valencianas, tanto placer y lo seguimos teniendo sin clasificar... ;-).
ResponderEliminarhttp://lacervezaesalegria.blogspot.com.es/2013/03/patrimonio-sin-clasificar.html
Un abrazo.
Beatriz tú sí me has embrujado con tan maravilloso escrito. Realmente precioso.
ResponderEliminarBesos. Rosa.
Como dice David, el aroma de los naranjos en primavera debería ser nombrado Patrimonio del Hombre... Abrazos
ResponderEliminarEl olor a azahar es embriagante en sevilla y en muchas ciudades andaluzas.
ResponderEliminarhermoso y fluido relato Beatriz
ResponderEliminarevocar a través del olfato momentos y vivencias
son parte de nuestro hacer vida
abrazos y feliz jornada
Buenos días amiga Beatriz, me encantó la forma de describir una vivencia tan bella, es precioso lo que dices y como lo dices.
ResponderEliminarYo tengo la fortuna de disfrutar de esta fragancia cada año, ya que mi calle están ambos
acerados repletos de estos naranjos y es verdaderamente maravilloso abrir las cristaleras
y dejar entrar ese intenso aroma, que por un tiempo hace que no precises de ambientadores,
pues tienes el más natural y delicioso del mundo entrando por tus ventanales y te hacen sentir la persona mas afortunada.
Besos desde
LAS COSITAS DEL RINCON DE DOLORES
¡Caramba! Has conseguido que llegue hasta aquí, Asturias, ese intenso olor a azahar. Gracias. Precioso relato.
ResponderEliminarBeatriz
ResponderEliminarbello tu relato, siempre te sigo y me doy una vuelta para saludarte
he advertido que has cambiado la foto de tu perfil, me encanta esta foto
besos totales
Carmen
Es la primera vez que puedo oler un escrito.Y me encantó...
ResponderEliminarUn saludo y me quedo respirando tu blog.