La verdad es el camino
By Mercedes Pinto
No encontraba nada más difícil que decir siempre la verdad;
siquiera conversar con el pez trémulo de su pecera;
siquiera esquivar la eterna y atenta mirada de la luna llena;
siquiera burlar al siempre certero Cupido;
o alcanzar una estrella de un solo salto.
No hallaba pirueta más imposible que mirar frente a frente, con la garganta abierta, de par en par, y las pupilas recién lavadas.
Sentía tanto haberse instruido en el engaño por el camino…
¡Cómo lo sentía!
A veces pensaba que la vida se dividía irremediablemente en dos tramos: en el primero te afanabas en aprender a mentir
y en el segundo en desaprender las falsas lecciones;
en recuperar la inocencia, la ingenuidad, el candor… en desandar el camino.
Pero no parecía posible volver atrás.
Seguía, y seguía, y seguía… No parecía posible sobrevivir sin mentir cada vez más y mejor. Y a veces quería morirse; y moría por una verdad. “¡Mi reino por la verdad!”, exclamó.
Tal vez porque estuvo demasiado tiempo en el nido, y siempre hubo quien le pusiera una tierna lombriz en el pico;
tal vez por ello supo tarde que a veces, las más de las veces, el alimento nace del mismo barro; y ya con canas se espantó.
Estaba cansada, hastiada de tanta farsa, del “ser” y el “estar” sobre peanas de lodo.
Sentía que un leve soplido arrasaría como ventisca el escaso polvo que quedaba de la niña que fue. Y que debía cerrar y sellar puertas y ventanas antes de la llegada del invierno. Pero brillaba tanto el oro bajo el cielo al otro lado…
“¡Fuera ángeles y demonios seductores!, no me interesáis.
¡Fuera risas y llantos!, dejad mi semblante sereno.
¡Fuera de mi casa, duendes hechiceros, que venís cargados de sorpresas, blancas o negras!, no alborotéis a la niña, que duerme; que sueña arrebujadita en la la existencia plena, verdadera. En la verdad”,
gritaba a la noche que quería despertarla y llevársela.
Mercedes Pinto
gritaba a la noche que quería despertarla y llevársela.
Mercedes Pinto