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jueves, 31 de enero de 2013

Ian Welden ha fallecido... Su poema -> ANCIANA EN CASA DE REPOSO

Mi querido amigo Ian nos ha dejado para emprender su propio viaje a las estrellas.
Tengo mucho dolor porque no lo esperaba y quiero compartirlo con todos vosotros porque sé que muchos le conocíais y querréis rendirle homenaje en su propio blog.

Todo mi cariño más sincero para una gran hombre, un brillante poeta y una buena persona.

http://milagroswelden.blogspot.com.es/

Os dejo una entrada anterior, que le dediqué en su día admirada por su maravillosa manera de llegar y de escribir sentimientos, para que podáis disfrutar de sus letras.


29 sep 2011

ANCIANA EN CASA DE REPOSO
By Ian Welden

Es tan fácil perder la cordura.
Fui reina y el amor resultaba barato
Miles de hombres batían sus alas ridículamente
para saborear mi paraíso de almibar.
Yo los hacía esperar, sufrir,
como el torero ante su pobre bestia confundida.
También coleccionaba espermatozoides
y los exhibía todos los domingos
ante los atemorizados feligreses
en las misas de las doce.
Hoy colecciono gestos de bondad y bonos de caridad
en ésta, mi triste casa de reposo.
Ya no sé distinguir entre la soledad y mis alucinaciones cotidianas                                                          y en ocasiones intento huir, despavorida,
por los interminables y herméticos corredores
de este silencioso templo de la senilidad.
Tengo un pequeño cuarto
donde me visitan mis muertos por las tardes
mientras que las blancas y esterilizadas enfermeras
barren con paciencia profesional
todos mis recuerdos en las mañanas.
Parece ser solamente ayer
que Caín me besó en la boca
marcándome para siempre
con su estigma de la muerte.


Hoy miro por mi única ventana
y veo cordilleras de pañales orinados por mi.
En el tacho de la basura
se revuelcan agonizantes
mis grises fetos traicionados
y en mis constantes instantes de delirio
escucho las tímidas voces
de Lucas, Marcos, Mateo, Juan y María Magdalena
conjugando el ya lejano y moribundo verbo amar.

Cuando el día se acaba
ya no sé si es un ángel o el demonio
el que me invita a ponerle fin de una vez por todas
a este horrible soneto llamado vida.

Publicado por Ian Welden 

http://milagroswelden.blogspot.com/2010/12/anciana-en-casa-de-reposo.html?showComment=1316443471297#c5648001796317603555

jueves, 24 de enero de 2013

PASEANDO POR EL CENTRO DE SEVILLA




Desde que me he instalado en el centro de Sevilla, la vida no deja de darme qué pensar… Y es que, está todo tan a mano que sin ninguna dificultad me pongo cómoda y me dispongo a vagar por las calles, sin saber hasta dónde llegaré, qué me sorprenderá, descubriendo rutas alternativas para regresar a casa, intentando recordar los nombres de las calles, situarme y hacer que el día a día me dé un abanico de posibilidades para pasear disfrutando del lujo que esto representa. Normalmente no me fijo mucho en nada que no sea: entrar en las iglesias y sentarme en la paz del templo, no perderme, sorprenderme por la belleza de sus edificios en calles estrechas y con sabor a viejo, encontrar nuevas tiendas y, sobre todo, visitar las que tienen objetos de decoración. Cuánto disfruto revisando los objetos, imaginándolos en mi casa, componiendo espacios delicados y “como a mi me gustan”, qué sé yo!… un placer inmenso para mí. Sin embargo, desde hace unos días mi mirada empieza a reconocer otras cosas en mi recorrer. Encuentro personas que viven en la calle, cada día alguna nueva, en tremendas condiciones, en vivo y en directo, no como solía verlas en la tele… y aunque reduzco la marcha… sigo despacio mi camino; en un callejón son varias… Hoy, por ejemplo, el callejón lo habían regado. No quedaba más que uno de los hombres que intentaba apilar sus pertenencias sobre una silla para que no se mojaran… Además, hoy llovía en Sevilla…
En una gran plaza había vendedores ambulantes, bien organizados y con buenos puestos. Me ha sorprendido el de una esquina porque la vendedora, una joven preciosa de color, iba en traje de chaqueta negro, con camisa blanca y los bolsos a la venta eran muy bonitos. Se notaba que los había elegido con mucho gusto y daban ganas de comprarse uno aunque no lo necesitara. ¡Qué maravilla! Y su sonrisa... atendía con tanto interés que me ha hecho sentirme bien al verla. Luego, he entrado al Corte Inglés, planta baja, y todo me ha parecido ajado y pobre. Sus empleados desmanejados, perdidos; el que me ha atendido moqueando y sorbiendo mocos, y eso que tendría más de 50 años, con el traje regular, mucho desorden, muy decadente… ¡Con lo que era ese negocio! Me alegré por ella, la joven emprendedora, tenía vida en su mirada, esperanza y confianza y me deprimió el grupo de empleados… me dieron pena y tristeza.
Mirando y mirando, vas observando como la vida va dando un giro y te encuentras sorpresas de todo tipo. Los años pasan, la crisis atenaza los sentidos de propios y extraños y no hay nada mejor, para centrarse, que empezar a observar las cosas también con el corazón, la razón y los sentidos para saber exactamente donde nos encontramos y qué o quién somos.

Beatriz Salas

viernes, 18 de enero de 2013

Mi querido micrófono



Llevo ya unos días que me pide el cuerpo sentarme tranquila a escribir y para ello me tomo muchas molestias (aunque no son molestias, tan solo una forma de hablar). Qué todo esté en armonía, predispuesto para no distraerme, para concentrarme en lo que quiero plasmar, en no pensar en nada que no sea adentrarme en mis recuerdos y plasmarlos con la mayor fidelidad posible.
Nunca sé sobre que hablarán mis dedos que corren veloces cuando encuentran el tema que quieren contar, y hoy, sin saber por qué, al verlo guardadito entre mis cosas-recuerdos, he sabido que el tema era mi pequeño micrófono.

Estábamos ya instalados los cuatro en Rossington (England), en el verano del 2006 y queríamos una cámara para hablar por internet con el lele y la yaya, y que nos vieran. En la única tienda de informática del centro compramos la susodicha y la llevamos para probarla. Ni idea del porqué no nos gustó por lo que la volvimos a empaquetar y la cambiamos. No mucho después descubrimos que junto a la cámara iba un cable con un pequeño micro, que supuse incluiría, y que no había acompañado al embalaje y devolución. Resumiendo, teníamos un pequeño micrófono de cable largo y apenas la medida de la falange distal. Era tan “poca cosa” que ni me molesté en ir a llevarlo y cuando días después necesité uno, probé colocármelo de varias maneras; al final la mejor resultó ser: pasar el cable por detrás del cuello y dejar que colgara sobre mi pecho, eso lo mantendría cerca de mi corriente de voz y lejos de los ruidos provocados por la respiración de la boca y la nariz.
Quién me iba a decir que hoy, en enero del 2013, aún formaría parte de “mis más preciadas cosas”, aunque ya no lo utilice y repose tranquilo, arrebujadito en su cable y con remiendos en la clavija que estuvo a punto de despedirse en una de mis tantas locuciones. Él me ha conocido de cerca, poquito a poco en mi andadura por las ondas. ¡Qué buen compañero! Con él he hablado, grabado y, sobre todo, emitido en una radio on line. Me ha acompañado en viajes, en todo tipo de reuniones donde la radio era el centro de mi vida y nunca me ha fallado. Lo tomo en mis manos, le miro y la ternura me hace sentirlo próximo, sabiendo que fue parte de mi historia, que significó mucho y me ayudó
a sentirme segura y a poder llegar a los demás con el interés que siempre tengo.
Han sido mucho los micrófonos que he utilizado, que me han sugerido, que he intentado adaptar a mi ritmo de grabaciones pero os aseguro que ninguno como este pequeñajo que tantas satisfacciones me ha dado. Ahora, reposa en una funda negra, muy bonita, en uno de los laterales que pertenece a un Lacie fenomenal, para mantenerlo, al menos, como está ahora, y que me acompañe… hasta que se pueda.

Beatriz Salas

viernes, 11 de enero de 2013

Castillo – Fortaleza





Desde que vi por primera vez construcciones en arena de la playa mi asombro no deja de crecer. Cuando vivía en Playa de las Américas y paseaba hacía los Cristianos por el paseo de la playa, a la altura del Hotel Troya no era difícil ver a algún artista atrapando a cuantas personas tenían la oportunidad de  contemplar su producción.
¡Qué generosidad tan grande la del virtuoso! Sin espavientos, en silencio, sin publicidad o ganas de sobresalir, los anónimos creadores de tan efímeras obras podían conmover y asombrar a propios y extraños. A veces modelaban figuras humanas, esculpidas en la arena, a las que solo les faltaba ponerse de pie y empezar a caminar, también animales o composiciones de todo tipo, y otras, otras, eran castillos, verdaderos castillos. Cuando de grandiosas fortalezas se trataba no podía por menos que olvidar la realidad y arrastrarme por la magia del momento, hacerme diminuta y comenzar a pasear por su veredas, situarme tras sus vanos, pensar o creerme parte del conjunto y dejarme llevar por mi fantasía e ilusión.
Los cuentos de la infancia, en los que creía a pies juntillas, se encargaron de hacerme soñar en princesas vestidas con esos maravillosos vestidos que tanto me gustan, hadas capaces de conceder cualquier deseo y gentiles caballeros que partían a guerrear y tardaban en regresar. Después, los famosos Castillos de la Loire, me rindieron aún más, si eso era posible, a tan magníficas posibilidades de vida. Los castillos siempre me han hecho soñar: con sus pasadizos, sus secretos, sus tortuosas estancias, con sus habitaciones con camas dorsel y grandes chimeneas, donde podía sentir el frío en invierno y su frescor en verano, debido al grosor de sus muros. Castillos que no palacios. Castillos regios, serios, austeros y de grandes piedras, con sus torres y sus almenas desde las que poder ver a quien se aproximara. Y es que para mí un castillo es, sentirme protegida, aislada, rodeada de grandes muros que me dan la sensación de fortaleza, y siempre en lo alto de una loma.
Cuando la otra tarde me enviaron la foto que acompaña este texto, porque en un paseo por la valenciana playa de las Arenas estaban en plena construcción y llamó la atención de mi amiga, no pude por menos que sumergirme una vez más en su estampa y dejarme llevar por la sensación que me proporcionan de “retorno al pasado”.

Beatriz Salas