A
menudo pasa por mi mente el recuerdo de mi viaje en aquel tren...
De
repente mi vida estaba girando muy deprisa, hacia unos meses que nada parecía
normal y desde que ese cretino me dijo que solo era “una amiga” ¿Una amiga? Qué
entendía él por eso cuando los dos últimos años habíamos sido inseparables y no
lograba quitármelo de encima.
La
verdad es que me derrumbé, perdí los papeles y ya nada volvió a ser como hasta
ese tremendo momento que me dejó aplastada contra el asfalto sin poder apenas
respirar.
Nunca
imaginé que mi vida sería seguir sin él porque, aunque no me planteaba nada,
dejaba pasar el tiempo sin atreverme a pensar que no me quería; por eso, en
aquel momento, no supe reaccionar.
Con
22 años entre en picado en una depresión que me arrolló inexorablemente y me
colapso durante 3 meses. Parecía que nada se podía hacer conmigo.
Días
antes de Navidad, me recomendó el médico que volviera a trabajar para ver si
eso me animaba…. Jajajajaj; siendo él el jefe… me animaría???
En
cuanto llegué, con aspecto serio, me hizo saber que el resto de días que tenía
pendiente de vacaciones o las cogía o las perdía a partir del 31 de
diciembre.
¡Mi
gozo en un pozo! De regreso a casa fui elucubrando qué hacer para rellenar esos
días y se me ocurrió partir en tren hacia Suiza donde mi querida tía Angelines
estaría encantada de saber que llegaba alguien de España a visitarla.
El
14 de diciembre salí de la estación de trenes de valencia, camino de Lausanne.
No puedo recordar qué tipo de billete adquirí pero tardé casi dos días en
llegar.
Naturalmente
han pasado tantos años que no tengo muy claro nada, pero SI el mensaje que
abrió vanos de par en par en mi mente e hizo que mi nueva filosofía de vida
diera un giro que impediría para siempre la línea recta con barandillas, que
tan a pecho me habían marcado durante toda mi educación.
Mis
compañeros de viaje fueron una joven pareja de “hippies”.
Yo
nunca había visto ninguno hasta aquel día de diciembre de 1978, y por
supuesto, no sabía qué tipo de vida llevaban o que elecciones habían tenido que
tomar para llegar a donde estaban. A posteriori, agradecí muchas veces la
fortuna de haberlos encontrado en mi camino, en ese departamento pequeño y
deteriorado, que nos llevó rumbo a lo desconocido a todos nosotros.
Hablaron
horas y horas de su nueva vida, del por qué, de los beneficios, de la libertad,
de su manera de vestir, de sus casas y viajes, de lo que era criar gallinas en
una isla, Ibiza, donde se habían instalado, después de dejar su confortable
vida en Madrid, en casa de familias acomodadas y clásicas, tras licenciarse sin
gana alguna de acceder a su nueva condición.
Todo
me parecía increíble. No imaginaba que personas tan jóvenes (ni
mayores, la verdad) hubieran tenido el valor, la osadía, de
trasgredir su línea recta y vivir “a su manera”.
Ellos
me marcaron a hierro como a un pequeño corderillo porque les entendí, les creí
y comprendí y dejé un hueco en mi cerebro para poder imitar lo que necesitara y
cuando la ocasión lo requiriera.
Con
este pequeño relato quiero haceros entender que como digo muchas veces, la vida
te da sorpresas y si abres bien los ojos y las asimilas en su justa medida,
adaptándolas a tus expectativas, posiblemente podrás vivir muchas otras
situaciones, que la cruda y rutinaria realidad.
Beatriz
Salas